lunes, 30 de julio de 2012

"Trenes rigurosamente vigilados" de Bohumil Hrabal




Leo que las palomas badget de Nuremberg fueron estranguladas por el jefe de estación tras la ocupación alemana. Luego trajo otras polacas, con una cola azul preciosa. Y ahora escribo aquí, sin tratar de contar más de lo necesario. Pero voy en el tren, puedo decirlo, como cada mañana, y el libro que leo es “Trenes rigurosamente vigilados” de Hrabal Bohumil. Es el libro de la inocencia y del suicidio, del cañón del fusil y de la cuenca vacía y del ojo, «sólo que en lugar del ojo derecho había un agujero chamuscado como un monóculo azul».  

I.
Hace unos días leí, en la bestia social, una cita de uno de mis amigos anónimos. La cita pertenecía al libro de Bohumil. Después leí algo más sobre el libro y me propuse hacerme con él. Ya me he hecho con él. Mi amigo anónimo, del que no puedo dar más datos porque no recuerdo quien era, quizás lea este comentario y se manifieste o quizás no, tal vez no lo lea y yo lea el libro pensando que un día, al leer una cita, en la brumosa bestia social, me propuse hacerme con él y así lo hice. Ahora seguiré leyéndolo (ya que escribo a trozos mientras leo a trozos) y luego escribiré aquí otra cita que, tal vez, lleve a otro anónimo amigo a leer el libro de Bohumil, entrando en un bucle que algún día encontrará su final.

II.
Cuenta Milos, el personaje principal, que su abuelo ejercía de hipnotizador en circos pequeños. «Toda la ciudad veía en su hipnotismo el deseo de hacer el vago toda la vida.» Pero cuando los tanques alemanes se presentaron a las puertas de Praga, «únicamente el abuelo fue a hacerles frente a los alemanes como hipnotizador, a detener los tanques que avanzaban con la fuerza del pensamiento.» Y de verdad lo hizo, detuvo el primer tanque hasta que se dio la orden de volver a avanzar y el abuelo de Milos no se movió y dejó su vida bajo las cadenas. «A partir de entonces, la gente de toda la región solía discutir. Unos gritaban que nuestro abuelo era un loco, los otros, que no del todo, que si todos se hubieran enfrentado con los alemanes como el abuelo, con las armas en la mano, quién sabe cómo hubieran terminado los alemanes.»

La historia del libro es la historia de Milos y de una estación de trenes, de trenes de paso e historias de paso. Y explica Milos que la mujer del jefe de estación hacía manteles de ganchillo y «cuando hacía ganchillo, de sus dedos salían sin parar flores y pájaros». Pero también los viernes ajusticiaba conejos, cogía de la conejera uno de ellos y entonces «le ponía en el cuello un cuchillo poco afilado y le iba haciendo un corte al animalito, que emitía un pitido, un pitido que duraba mucho, hasta que al cabo de un rato su vocecita se hacía más débil, pero la mujer del jefe de estación lo miraba como si estuviera haciendo un mantel de ganchillo.»

Entonces he pensado en Camus cuando escribió sobre las atrocidades de la guerra: “Y quienes hicieron eso sabían ceder su asiento en el metro, al igual que Himmler, que hizo de la tortura una ciencia y un oficio, entraba de noche en su casa por la puerta de servicio, para no despertar a su canario favorito.”

Y seguidamente he pensado en los tiempos modernos. Y he pensado también en el interior de los despachos de los ministerios y de las oficinas de organismos internacionales, y en todos los manteles de ganchillo que se están tejiendo y de las flores y pájaros que salen de los dedos de los tejedores, y que alguno de esos pájaros podría ser el canario favorito de Himmler, y que el mundo está lleno de conejos a los que se les pone cada día un cuchillo poco afilado en el cuello y se les hace un corte y, entonces, los animalitos emiten un pitido aunque los que ocupan los despachos oficiales no dejan de mirarlos como si estuvieran haciendo un mantel de ganchillo.

III.
«-¿Así que se ha puesto a pintar una marina?
-El mar —dijo el maquinista mirando con ojos llenos de admiración al factor—, tengo una postal y amplío el mar.»

La ficción en la literatura o los ruidos de la mente. Bohumil trabajó como ferroviario y fue recopilando las historias que le sucedían en la estación. Después escribió este libro y lo hizo con un estilo sencillo, cargado de oraciones coordinadas, que por momentos recuerda a Hemingway y en otros momentos lleva a la inocencia de “Jakob von Gunten” de Walser. La literatura como el desarrollo de los juegos de la mente, como dibujar una marina a través de una postal, sin acercarse a la naturaleza, jugando con la mente a ampliar el mar.

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