sábado, 11 de octubre de 2014
Aquellas noches en Praga, como en cualquier parte
martes, 9 de septiembre de 2014
Esta mañana, cerca de la estación
Por la mañana, cerca de la estación, un hombre grita. Lo hace en una lengua desconocida. Para mí, a esas horas, cualquier lengua es una lengua desconocida. He llegado tarde a coger el tren. A veces me pasa. Después, camino de la oficina, he pensado en escribir un cuento. De la panadería ha salido una mujer con el pelo negro como una golondrina. He seguido subiendo por la calle pensando en Hemingway y en mi cuento, y que en él aparcería una mujer de ojos marrones como el agua de una ciénaga, y que esa mujer hablaría en una lengua extranjera. Me he parado un rato en un semáforo. Es raro porque normalmente no me paro en los semáforos, pero hoy he tenido una mala noche. Y en el cuento, la mujer que habla en una lengua extranjera pensaría que el resto de las personas la entienden, aunque la ignoren. Porque situaciones así pueden darse en un cuento.
lunes, 23 de junio de 2014
De vientos y corrientes literarias II
Parece que se está
nublando. Siento que me reactivo cuando el sol desaparece y las nubes lo cubren
todo. Es ese el momento en el que pueden empezar a suceder cosas, justo cuando
surgen las corrientes de aire, que siendo invisibles, lo agitan todo.
Leo que en Microcosmos,
Magris dedica un párrafo a los vientos, que considera como los caprichosos
arquitectos del paisaje. «El siroco rompe, la bora barre y se lleva las cosas,
la brisa construye y reconstruye». Ya hace años que estoy elaborando un Catálogo de corrientes de aire. En él quiero incluir todos los vientos, y no sólo a los
que alguien, en algún momento, les puso un nombre, sino aquellas ventiscas insignificantes
que no merecieron jamás la atención necesaria para ser mencionadas. Justo ahora
que las nubes siguen cubriéndolo todo y pueden empezar a suceder cosas
interesantes, un vientecillo se ha colado por la ventana de mi habitación para modificar
el paisaje.
I. Ayer terminé los
Diarios (1999-2003), de Iñaki Uriarte. En el mismo momento que leo, me entran
ganas de escribir. Si lo hiciera escribiría un libro raro. En los Diarios,
Uriarte comenta que El Pensador de Rodin no es una de las mejores obras de
Rodin. Que más bien parece un hombre al que le cuesta pensar. En cierta manera
quizás sea por eso por lo que no escribo, para no parecer un hombre al que le
cuesta escribir.
II. Cuenta Gonçalo M.
Tavares que un día
escribirá un libro cuyo contenido tendrá apenas cinco palabras: Joao Cabral de
Melo Neto, y «quien lo lea atentamente, con la lentitud de los antiguos y de
los pacientes, al final dirá: qué bello libro».
jueves, 12 de junio de 2014
Ahora duerme, que mañana naufragaremos
I. Han vivido como sus padres y creían que sus hijos
vivirían como ellos. Pero ahora sienten un poco de desasosiego. Ha sido esa
gente la que ha vivido como yo vivo cuando viajo, y voy de hotel en hotel, y
creo que una parte de la habitación ya me pertenece.
Leo a Walser. Cada vez que leo a Walser pienso en una
persona desvalida, y a la vez en alguien que tiene la fuerza de una persona
desvalida. Leo también que fue Walser quien facilitó a Kafka «la descripción
del núcleo del problema, que no es otro que la situación de absoluta
imposibilidad del individuo frente a la máquina devastadora del poder».
II. En la pequeña habitación del hotel desde la que
escribo, y que a partir de ahora denominaré como mi parcela, me dedico a leer y
a dormir; también a escuchar cómo pasean los borrachos por la calle en su
intento de abarcarla de lado a lado.
Llevo en la maleta los Diarios de Iñaki Uriarte. Esta
noche leeré un rato. Sé que los Diarios de Iñaki Uriarte, como el diario de
Ignacio Vidal-Folch, no son diarios estrictos: son trocitos de cosas escritas
[ahí metidas]. Después, cuando afloje un poco el canto de los borrachos,
dormiré.
En el comedor del hotel me he encontrado esta mañana a un
hombre que tenía intención de apartarse de la sociedad. Quiero alejarme lo
suficiente, decía. En su intención de desaparecer parecía un náufrago llegando a
nado a una costa desierta. Y entre brazada y brazada parecía querer decirnos,
como Tabucchi, que «también el mundo está naufragando, pero nadie parece darse
cuenta».
viernes, 2 de mayo de 2014
El Mirador da Graça
I. Seguía apoyado en la puerta. El carnicero de mi barrio
es un hombre sencillo. Pienso sólo en dos cosas — me dijo una tarde —, en
literatura y en el Mirador da Graça de Lisboa, y quien quiera abarcar más
seguro que se equivoca. Me contó que un día pensó en una pareja jugando un
partido de tenis frente a la Madeleine y que ese día su mujer lo dejó.
II. Leo que Renard explica la historia de un hombre que
se precipitó al abismo, dejando en el borde, para inmortalizarse, una pantufla.
Pero nadie encontró nunca la pantufla.
III. No seré yo quien le diga al carnicero de mi barrio
que el Mirador da Graça ya no se llama así, que ahora tiene un nombre que
parece una mermelada: Sophia de Mello Breyner Andresen.
jueves, 13 de marzo de 2014
Moldava
Siempre he querido vivir en una ciudad por la que pasara
un río como el Danubio, el Sena o el Moldava. Y vivir en la parte baja, al
borde del agua, y ver gorriones y no gaviotas. En mi ciudad las gaviotas se
comen a los gorriones. Y vuelan tras el camión de la basura. Antes las gaviotas
perseguían, al atardecer, a los barcos de pesca. Desde la costa los veíamos
llegar, a lo lejos, y las gaviotas nos parecían moscas que se abalanzaban sobre
el ojo de un caballo. Pero ahora sólo llegan barcos de turistas al puerto, y
las gaviotas se comen a las palomas.
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