Siempre he querido vivir en una ciudad por la que pasara
un río como el Danubio, el Sena o el Moldava. Y vivir en la parte baja, al
borde del agua, y ver gorriones y no gaviotas. En mi ciudad las gaviotas se
comen a los gorriones. Y vuelan tras el camión de la basura. Antes las gaviotas
perseguían, al atardecer, a los barcos de pesca. Desde la costa los veíamos
llegar, a lo lejos, y las gaviotas nos parecían moscas que se abalanzaban sobre
el ojo de un caballo. Pero ahora sólo llegan barcos de turistas al puerto, y
las gaviotas se comen a las palomas.
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