I. Han vivido como sus padres y creían que sus hijos
vivirían como ellos. Pero ahora sienten un poco de desasosiego. Ha sido esa
gente la que ha vivido como yo vivo cuando viajo, y voy de hotel en hotel, y
creo que una parte de la habitación ya me pertenece.
Leo a Walser. Cada vez que leo a Walser pienso en una
persona desvalida, y a la vez en alguien que tiene la fuerza de una persona
desvalida. Leo también que fue Walser quien facilitó a Kafka «la descripción
del núcleo del problema, que no es otro que la situación de absoluta
imposibilidad del individuo frente a la máquina devastadora del poder».
II. En la pequeña habitación del hotel desde la que
escribo, y que a partir de ahora denominaré como mi parcela, me dedico a leer y
a dormir; también a escuchar cómo pasean los borrachos por la calle en su
intento de abarcarla de lado a lado.
Llevo en la maleta los Diarios de Iñaki Uriarte. Esta
noche leeré un rato. Sé que los Diarios de Iñaki Uriarte, como el diario de
Ignacio Vidal-Folch, no son diarios estrictos: son trocitos de cosas escritas
[ahí metidas]. Después, cuando afloje un poco el canto de los borrachos,
dormiré.
En el comedor del hotel me he encontrado esta mañana a un
hombre que tenía intención de apartarse de la sociedad. Quiero alejarme lo
suficiente, decía. En su intención de desaparecer parecía un náufrago llegando a
nado a una costa desierta. Y entre brazada y brazada parecía querer decirnos,
como Tabucchi, que «también el mundo está naufragando, pero nadie parece darse
cuenta».
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