I. Seguía apoyado en la puerta. El carnicero de mi barrio
es un hombre sencillo. Pienso sólo en dos cosas — me dijo una tarde —, en
literatura y en el Mirador da Graça de Lisboa, y quien quiera abarcar más
seguro que se equivoca. Me contó que un día pensó en una pareja jugando un
partido de tenis frente a la Madeleine y que ese día su mujer lo dejó.
II. Leo que Renard explica la historia de un hombre que
se precipitó al abismo, dejando en el borde, para inmortalizarse, una pantufla.
Pero nadie encontró nunca la pantufla.
III. No seré yo quien le diga al carnicero de mi barrio
que el Mirador da Graça ya no se llama así, que ahora tiene un nombre que
parece una mermelada: Sophia de Mello Breyner Andresen.