Hoy he perdido un nuevo
verbo. Me viene sucediendo últimamente. De alguna manera que no alcanzo a
comprender, voy extraviándolos. Cada vez que olvido un verbo, pierdo la
capacidad que confiere su acción. Esta mañana me he levantado sin saber el
porqué. Al momento me he dado cuenta que tampoco sabía si quería desayunar o
salir a pasear. Hoy he perdido el saber.
Pero esa pérdida no
implica que me deje arrastrar por la Nada. La semana pasada concentré todos mis
propósitos en uno solo: la muerte lenta de la metáfora. Hace unos meses mi
intención fue la de elaborar un mapa completo de la literatura. En él situé Praga,a las afueras de París. Y ayer tomé la determinación de bajar a los bartleby a
la Cultura Pop.
I. Preferiría no
hacerlo. Esa es siempre la respuesta que da Bartleby, el enigmático escribiente
del cuento de Melville, cada vez que se le encomienda un trabajo o se le
interpela a que dé alguna explicación sobre su vida. Sólo responde: Preferiría
no hacerlo. Y no lo hace.
II. Melville cuenta el
rumor que Bartleby, antes de trabajar como escribiente, podía haber sido un
empleado subalterno en la Oficina de cartas no reclamadas: La Oficina de Cartas
Muertas de Washington. Esa podía haber sido, pues, la ocupación del triste
escribiente: clasificar, para ser quemadas, las cartas que no habían encontrado
destinatario.
III. Bartleby y Kafka.
Escribe Kafka en su diario sobre la debilidad y la cobardía que le llevan a dejar
las cartas, «incluso aquellas de contenido presumiblemente inocuo», sin abrir sobre
la mesa durante un tiempo. Y aquí Bartleby y Kafka se complementan. Kafka
postergando la apertura de las cartas que recibe, como recibiéndola
continuamente, y Bartleby clasificando y retrasando eternamente la entrega de
las cartas que «con mensajes de vida, se apresuran hacia la muerte».
IV. «¡Cartas muertas!,
¿no se parece a hombres muertos?», escribe Melville
V. Acabo de llegar. He
estado tomando una copa en un bar con mi vecina checa. Le he explicado mi
tentativa de llevar a cabo el descenso de Bartleby a la Cultura Pop. En esa
tentativa, no puedes más que fracasar —me ha dicho —. «Eres hombre para hacer
dos epílogos antes que ningún libro» — y ha concluido así, con esa frase de
Gonçalo M. Tavares tan bartlebyana.
VI. En el libro de
Enrique Vila-Matas, Bartleby y compañía, Marcelo, el narrador, describe a los
bartleby como «esos seres en los que habita una profunda negación del mundo». Y
seguidamente inicia un trabajo de «rastreador» de esos escritores que padecen
los síntomas del síndrome de Bartleby. Esos escritores que no llegan a escribir
nunca, o lo hacen y, en un determinado momento, dejan de hacerlo; prefieren no
hacerlo, convirtiéndose en auténticos «escritores del No».
VII. «Nunca escribió un
libro. Sólo se preparó a escribir uno, buscando decididamente las condiciones
justas que le permitieran escribirlo. Luego olvidó también ese propósito»,
escribe Vila-Matas.
VIII. Quizás tenga
razón mi vecina checa y sea hombre de epílogos antes que de ningún libro. Quizás
una mañana, al levantarme, perdí el verbo escribir, como Bartleby perdió el
verbo hacer. Puede que fuera así. Y puede que por eso en algún momento dijera
que no escribo para no parecer un hombre al que le cuesta escribir.
IX. Escribió Alan Le
May en el libro Centauros del desierto que «normalmente, un jinete no recibe
una sola carta en toda su vida».
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