lunes, 5 de enero de 2015

Bartleby, el caballero del No




Hoy he perdido un nuevo verbo. Me viene sucediendo últimamente. De alguna manera que no alcanzo a comprender, voy extraviándolos. Cada vez que olvido un verbo, pierdo la capacidad que confiere su acción. Esta mañana me he levantado sin saber el porqué. Al momento me he dado cuenta que tampoco sabía si quería desayunar o salir a pasear. Hoy he perdido el saber.

Pero esa pérdida no implica que me deje arrastrar por la Nada. La semana pasada concentré todos mis propósitos en uno solo: la muerte lenta de la metáfora. Hace unos meses mi intención fue la de elaborar un mapa completo de la literatura. En él situé Praga,a las afueras de París. Y ayer tomé la determinación de bajar a los bartleby a la Cultura Pop. 

I. Preferiría no hacerlo. Esa es siempre la respuesta que da Bartleby, el enigmático escribiente del cuento de Melville, cada vez que se le encomienda un trabajo o se le interpela a que dé alguna explicación sobre su vida. Sólo responde: Preferiría no hacerlo. Y no lo hace.

II. Melville cuenta el rumor que Bartleby, antes de trabajar como escribiente, podía haber sido un empleado subalterno en la Oficina de cartas no reclamadas: La Oficina de Cartas Muertas de Washington. Esa podía haber sido, pues, la ocupación del triste escribiente: clasificar, para ser quemadas, las cartas que no habían encontrado destinatario.

III. Bartleby y Kafka. Escribe Kafka en su diario sobre la debilidad y la cobardía que le llevan a dejar las cartas, «incluso aquellas de contenido presumiblemente inocuo», sin abrir sobre la mesa durante un tiempo. Y aquí Bartleby y Kafka se complementan. Kafka postergando la apertura de las cartas que recibe, como recibiéndola continuamente, y Bartleby clasificando y retrasando eternamente la entrega de las cartas que «con mensajes de vida, se apresuran hacia la muerte».

IV. «¡Cartas muertas!, ¿no se parece a hombres muertos?», escribe Melville

V. Acabo de llegar. He estado tomando una copa en un bar con mi vecina checa. Le he explicado mi tentativa de llevar a cabo el descenso de Bartleby a la Cultura Pop. En esa tentativa, no puedes más que fracasar —me ha dicho —. «Eres hombre para hacer dos epílogos antes que ningún libro» — y ha concluido así, con esa frase de Gonçalo M. Tavares tan bartlebyana.

VI. En el libro de Enrique Vila-Matas, Bartleby y compañía, Marcelo, el narrador, describe a los bartleby como «esos seres en los que habita una profunda negación del mundo». Y seguidamente inicia un trabajo de «rastreador» de esos escritores que padecen los síntomas del síndrome de Bartleby. Esos escritores que no llegan a escribir nunca, o lo hacen y, en un determinado momento, dejan de hacerlo; prefieren no hacerlo, convirtiéndose en auténticos «escritores del No».

VII. «Nunca escribió un libro. Sólo se preparó a escribir uno, buscando decididamente las condiciones justas que le permitieran escribirlo. Luego olvidó también ese propósito», escribe Vila-Matas.

VIII. Quizás tenga razón mi vecina checa y sea hombre de epílogos antes que de ningún libro. Quizás una mañana, al levantarme, perdí el verbo escribir, como Bartleby perdió el verbo hacer. Puede que fuera así. Y puede que por eso en algún momento dijera que no escribo para no parecer un hombre al que le cuesta escribir.   

IX. Escribió Alan Le May en el libro Centauros del desierto que «normalmente, un jinete no recibe una sola carta en toda su vida».

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