I. Desde la ventana lo
veo beber cerveza. Es como un personaje de Auster: lleno de casualidades. Han
pasado los años y sigue con su locura. El otro día se paró en la vía e hizo que
un tren frenara a pocos metros de él. Casi muere arrollado pero estaba
exultante, como si hubiera logrado hipnotizar a un rinoceronte que tratara de
cornearlo. Ahora está en el bar. Lo veo charlar con otros bebedores de cerveza
con la normalidad que tienen algunos locos para parecer menos locos cuando así
lo desean. Seguro que les está contando la historia del tren. Y cómo logró
frenarlo como hubiera logrado frenar una columna de tanques soviéticos si los
soviéticos nos hubieran invadido alguna vez.
Desde la ventana podría
escribir un libro que estaría lleno de personajes secundarios; de personajes
que irían calle arriba y calle abajo; que comerían en el chino El Palacio de la
Luna y que hallarían placer en no hacer, en renunciar. Todos serían personajes
efímeros y parecidos, porque en mi barrio todos nos parecemos un poco, aunque
cada uno finge a su manera.
II. Bolaño escribió que
«un poeta lo puede soportar todo, lo que equivale a decir que un hombre lo
puede soportar todo, pero no es verdad: son pocas las cosas que un hombre puede
soportar». Pero que «un poeta, en cambio, sí lo puede soportar todo, y que el
primer enunciado es cierto, pero conduce a la ruina, a la locura, a la muerte».
Aunque creo que sólo el loco que frena trenes con la mirada podría soportarlo
todo, incluso su locura.
III. He cerrado la
ventana porque cuando ya es demasiado tarde llega la hora de los poetas. Nunca
apago del todo las luces desde que leí que una noche un hombre se convirtió en escarabajo.
Si a alguien le sucedió, le puede suceder a cualquiera; porque las
cosas se repiten. Sé que Baroja una vez dijo que había leído a
Kafka, una novela en la que un hombre se convertía en araña.