Hay
días que me levanto con ganas de leer, lo que sea. Son días que no tengo
criterio. Leo de todo hasta vomitar; en cambio, hay días que el trabajo me
impide leer cualquier cosa sin límite y después vomitar; esos días vomito sin
necesidad de ayuda.
Vuelvo
a Kassel, a leer Kassel no invita a la lógica. Cada cierto tiempo hay que
volver a algo.
Hay
lugares comunes para todos los locos del mundo.
Es esa
sensación: la de volver a lugares como vuelvo a los libros.
Leo que
el sujeto no pertenece al mundo, sino que es un límite del mundo.
A veces
abandono libros, dejándolos a medias. Es más difícil abandonar lugares, tiene
más implicaciones. Los libros que abandono los guardo para siempre en un cajón
[desastre].
Leo en
Kassel que «cuando despertó, había sido tan intrincada la trama intelectual de
la pesadilla que le alegró descubrir que el mundo real, en cambio, era
muchísimo más sencillo, diría incluso que mucho más idiota».
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