sábado, 12 de septiembre de 2015

Lo que me dejé en Kassel no invita a la lógica (III)






Llegué a casa de madrugada y como no podía dormir me levanté. Al momento empecé a escuchar un cric cric que no supe identificar, pero sé que alguien una vez escuchó un cric cric junto a una planta tropical que había comprado y eran arañas que eclosionaban de sus huevos y empezaban a esparcirse por toda la casa. Después volví a la cama, que es como un refugio, para intentar volver a no dormir; y sin duda lo conseguí, porque encendí la luz y me puse a leer Kassel no invita a la lógica. Creo que Vila-Matas ha vuelto a lograr eso que había perdido en sus dos últimos libros: esa locura que no abunda y que «Chesterton decía que daba esplendor a cuanto existía: la ilusión de encontrar algo a la vuelta de la esquina». Eso me llevó a pensar en Margot. La había conocido hacía unas horas, durante una cena con amigos, y me reafirmó en esa idea que escribí hace unos días que hay belleza en cualquier arte, en cualquier parte. Y como todo es circular, volví Kassel, para dar la razón a Chesterton sobre lo que verdaderamente cuenta, y que debe de ser algo muy parecido a la ilusión de encontrar algo aunque sea a la vuelta de una esquina.

Hay noches en la que me siento algo aturdido. Esas noches trato de no pensar mucho, que piensen otros y que lo hagan mejor; pero es complicado. Unas horas antes, cuando me dirigía a la cena en la que conocí a Margot, me pareció ver a un joven escritor que iba en dirección al Born junto a una chica de zapatos rojos como en Alicia en el país de las maravillas; aunque en ese momento no estuve del todo seguro porque a veces me equivoco de cuento. También recuerdo que pensé que en algún momento habría tenido que ser ballenero o poeta. Supongo que todos estos pensamientos eran consecuencia de mi aturdimiento durante esa noche. Y aunque intentara no pensar mucho, creo que me estaba sucediendo lo que escribía Vila-Matas en Kassel, que llevo «tan interiorizada la facultad de tener ideas como aquel ballenero de Moby Dick del que alguien decía que había interiorizado su arpón». Lo cierto es que si de lo que se trataba era no pensar mucho, lo único que hacía era pensar mucho.

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