jueves, 10 de agosto de 2017

Manifiesto mi incredulidad



Puedo empezar así: Soy turista. No soy poeta, soy de todo un poco. Doy muchos rodeos antes de llegar a algo concreto. Y después ya podría seguir con el actual rechazo al turismo, porque todo empezó así: con el rechazo al turista, a la persona. Recuerdo a gente de la calle decirlo: con tanto turista, Barcelona ya no es Barcelona. Molestaban. Así comenzó, en la calle. Luego ya salió todo lo demás: la precariedad, los barrios, los cupos. Ahora Turismofobia es la variante de izquierdas de la xenofobia. Porque a la derecha, concretamente estos extranjeros, no les molestan. Y ahora pienso qué haría si no pudiera salir de este país  al menos durante una semana; que en otros países me consideraran alguien a quien rechazar. Porque a mí me gustaría viajar siempre, continuamente. Llegar a un país y estar un tiempo; el tiempo suficiente para conocer los lugares y otras cosas, pero no para conocer su debate político. En ese momento cambiaría de país y volvería a repetir el proceso. Sería un poco como dice Pessoa: «Viajar. Perder países». Pero yo los perdería de verdad, porque ya habría conocido lo que querría conocer, y no volvería a ellos jamás. En el fondo yo quería escribir un manifiesto sobre otro tema pero he acabado escribiendo sobre este otro. Quería comenzar, porque es algo que tengo pendiente desde hace tiempo, escribiendo un manifiesto sobre el desamor que empezara indicando los tres puntos básicos de mi ideología: Dejar de querer, dejar de sentir; dejarlo.