En Extraña forma de
vida, cuando Vila-Matas se refiere a «un novelista de un cierto nivel
intelectual aunque de baja estatura, un hombre en verdad diminuto, lo que le
llevaba muchas veces a ser pedante y tener todo tipo de conductas anticuadas
para llegar a ser, lo más pronto posible, académico», creo que se refiere a
Javier Marías.
El protagonista,
Cyrano, escribe un texto sobre Espionaje y literatura basándose en un
articulito que conserva del hombre en verdad diminuto.
El artículo podría ser
el escrito por Javier Marías en el número 1 de la revista Lateral en noviembre
de 1994, dedicado a ese tema y titulado: La huella del animal (incorporado posteriormente
al libro Literatura y fantasma).
En La huella del animal
se dice que «el lector está siempre obligado a ser un espía, y seguramente lo
es por partida triple: espía lo que se le cuenta y lo que no se le cuenta, y
también se espía a sí mismo mientras espía ambas cosas».
El artículo también
trata sobre la realidad que hay en la ficción. «Los lectores podemos tener
siempre la sospecha de que en todo caso estamos asistiendo a una verdad, una
verdad fingida… una metáfora en la que desconocemos lo metaforizado o
comparado, la huella de un animal que se extingue al dejarla y que nunca
veremos más que en esa huella».
Marías comenta que en
el libro La soledad era esto (1990), de Juan José Millás, una mujer encarga a
un detective, que desconoce que su cliente y la persona espiada son la misma,
que la siga y vigile y le pase informe ‘interpretativos’ sobre ella misma. «Esa
mujer quiere ser contada».
Ya antes, en Le
Détective (1981), la fotógrafa y artista conceptual Sophie Calle encargó a su
madre que contratara a un detective para que la siguiera y fotografiara. Millás
también espió a Sophie.
Escribe Vila-Matas que,
«los que contamos historias, somos espías, mirones. La vida es breve como para
vivir el número suficiente de experiencias, es necesario robarlas». Y en otra
página, Rosita, en un secreto cuarto de hotel, le dice a Cyrano que sí, que él
es «un voyeur de la hostia».
2 comentarios:
1. Luego de una breve indagatoria concluyo que Marías debe andar muy por lo bajo del metro setenta. Cierta foto junto a otros académicos de la RAE resulta reveladora. 2. Creo que el acto de espionaje literario más acusado consiste en espiar las portadas de los libros que leen los demás, sobre todo en el metro. 3. Si uno no espía lo suficiente, se quedará sin temas para la sobremesa. Incluso el clima o el fútbol requieren cierto grado de espionaje para tornarse conversables.
Mis atentos saludos.
Ese dato 'de altura' puede confirmar, por tanto, la sospecha. Gracias por la aportación M.
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