sábado, 4 de febrero de 2017

Lo que pasa mientras leo y miro hacia otro lado



Leo en un párrafo de Quignard: «Caía la noche». El dueño del bar se acercó al conmutador y todas las lámparas de las mesas se encendieron. «Una de ellas derramó de pronto una lluvia de oro sobre los cabellos de Suzanne». Nadie sabía que estaba ahí, en una esquina, «de ese modo descubrimos que lloraba». Entonces he pensado en uno de esos grafitis en los que desde el tren empecé a fijarme hace unos días. Se iban sucediendo durante el trayecto. Al día siguiente me pasó lo mismo. Pensé que ya siempre me iba a fijar en los grafitis, que no podría dejar de mirarlos. Luego ya lo dejé.

Leo en un párrafo de Eduardo Berti sobre Falk, que se dedicaba a remolcar grandes barcos, y que «tal vez a esto se reducía todo lazo humano que alcanzaba cierto compromiso: a remolcar y a dejarse remolcar». Mientras leía a Berti ha bajado mi vecina checa y me he dejado remolcar. Luego me ha dicho que tal vez la poesía es un sustitutivo: que leer a Baudelaire fuera como si te follara Baudelaire. Y que mientras oscurece hay tiempo para que algo suceda; que ella busca la emoción en todo, y que si sé de lo que me está hablando.